domingo, 14 de noviembre de 2010

Humo

Las noches de soledad e insomnio me hacen sentir vulnerable.

Solo, en mi cocina, bajo la luz inquietante de un fluorescente a medio encender espero aquel sueño que nunca llega. Fumo. Fumo y leo. Y de repente, una frase escrita en un texto cualquiera aparece delante de mis ojos, como una idea en la que tengo que pensar:

"la muerte de un ser cercano es una noticia desgarradora, la muerte de cien desconocidos nos parece lejana y ajena."

Y como si aquella frase quisiese cumplir su cometido, resuena en mi cabeza mientras paso la página con desgana. Siento el dolor de mis seres cercanos, aquellos que acaban de perder a alguien querido, aquellos que han estado a punto de perderlo. A veces pienso que lo siento mucho más que ellos. ¿El porqué? Jamás entenderé mi curiosa mente, aquella que es capaz de sentir una empatía arrolladora con los demás pero que nunca asume sus propios sentimientos. Miro el calendario. Dentro de diez días se cumple el segundo aniversario de la muerte de alguien que he querido como a nada en este mundo, mi abuela. Y me siento mal. Me siento mal por no habérselo demostrado nunca, me siento mal por haber tenido la sangre fría de no derramar ni una sola lágrima cuando dejó ir su último aliento a escasos metros de mí.

¿Realmente soy tan frío? Demuestro tanto por los demás, ellos me dominan y al final no sé ni quién soy. No sé ni quién puedo llegar a ser.

Miro el humo que aparece por mi boca al exhalar una bocanada de humo. Y veo que algún día ese humo me matará y seré parte de él. Es la única certeza que tengo sobre mí mismo. Y es para lo único que puedo preparar mi vida.

Mientras tanto, seguiré siendo un esclavo del corazón que me entretiene ayudando a quien quiero.
Tal vez, simplemente, le hago caso a él para no escuchar mi mente.

Porque mi mente es sólo una cortina de humo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario